01 julio 2022

Postrimerias, muerte y juicio

 1. Por qué hablar de las postrimerías

El hombre, Varón y Mujer, no acaba con la muerte, es necesario analizar la realidad que nos espera en el mas allá; es necesario hablar del tema de las postrimerías, quien no tiene razones para morir, no tiene razones para vivir. 

Aquel que cree que la vida termina con la muerte, puede vivir de cualquier manera, no le importa la manera como obra durante su vida pues considera que sus acciones no tienen trascendencia, y es más, cuando sufre un fracaso en su vida cree que ya todo terminó, que no tiene sentido seguir viviendo; mientras que, quien comprende la trascendencia del hombre, quien sabe que  la muerte es solo un paso a la vida eterna, siempre tiene razones para vivir, aun cuando lo ha perdido todo, y aún, encontrándose moribundo o en la situación más extrema y desesperante.


2. Las postrimerías ayudan a tener razones para morir y sobre todo para vivir correcta y santamente.

Lo dice la Sagrada Escritura:

Acuérdate de tus postrimerías y no pecarás jamás

(Eclo 7,40).

Las postrimerías nos ayudan a tomarnos en serio el presente de cara al futuro, pues nos hacen conscientes de que en esta vida nos lo jugamos todo, la salvación o la condenación eterna.


3. LA MUERTE

Existen dos concepciones de la muerte:


A. La concepción pagana, materialista, que ve en ella el término de la vida, la destrucción de la existencia humana.

Cicerón dijo: 

La muerte es la cosa más terrible entre las cosas terribles (omnium terribilium, terribilissima mors).


B. La concepción cristiana, que considera a la muerte como el tránsito a la inmortalidad. 

Santa Teresa de Jesús dijo: 

Ven, muerte, tan escondida que no te sienta venir, porque el gozo de morir no me vuelva a dar la vida.


4. Definición de muerte del catecismo.

La muerte es:

* La separación del alma y el cuerpo.

(Catecismo, 997, 624, 650, 1005), 

* El  final de la vida terrena.

(Catecismo, 1007, 1008).


Debemos aclarar que hablar de cuerpo y alma no es dualismo:

El dualismo dice que el cuerpo y el alma se oponen, siendo lo primero malo y lo segundo bueno.

Los fieles cristianos consideramos cuerpo y alma como un regalo de Dios, tanto que creemos en la resurrección de la carne. 

El dualismo dice que cuerpo y alma son dos sustancias distintas; los fieles cristianos entendemos al hombre como una unidad sustancial de cuerpo y alma.


5. La muerte es consecuencia del pecado.

La muerte es la paga por el pecado, ésta no se encontraba en el plan de Dios, es salario del pecado 

(Rom 6, 23;cf. Gén 2, 17)

(Catecismo, 1006). 


El hombre por naturaleza era mortal, pero Dios le había dado el don de la inmortalidad; este don lo perdió con el pecado.

En el tema de la muerte debemos recordar que moriremos, y aunque la miremos a lo lejos, llegará; no sabemos cómo ni cuándo ni dónde moriremos, pero sí sabemos que morir mal es un error irreparable: 

Cualquier otro error tiene solución... morir en pecado mortal significa condenarse para siempre. 

¡Si te acuestas a dormir en pecado mortal, mañana puedes amanecer en el infierno!


6. Temores que afronta el hombre en el momento de su muerte.

* Frente al pasado: 

A la hora de la muerte es común que las personas experimenten remordimiento de conciencia, que vengan a su mente recuerdos de pecados y culpas pasadas que les causan gran tormento; la persona desearía una segunda oportunidad para enmendar el mal que hizo.


* Frente al presente: 

La persona también experimenta temor al pensar en dejar su familia, sus seres queridos y los bienes que posee.


* Frente al futuro: 

Al moribundo se le presenta la incertidumbre por lo que podrá venir después de la muerte; se experimenta temor al pensar en el juicio que se rendirá de cara a Dios.


¡Cuán diferente es la muerte del santo! 

Muy bien lo dice la Escritura: Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor

(Ap 14,13), 

pues mueren con el gozo y la esperanza de encontrarse con Aquel que buscaron durante toda su vida, mueren en paz porque sus buenas obras los sostienen y acompañan. 


Santa Teresita del Niño Jesús respondió a su capellán, que le preguntaba si estaba resignada para morir:

¿resignada? No, padre mío; resignación se necesita para vivir, no para morir… lo que tengo es una alegría grandísima. 


No se trata de un desprecio de la vida terrena, sino de un inmenso deseo de encontrarse con Dios.


¡Quien ha sabido vivir no le teme a la muerte!


7. EL JUICIO

A la hora de la muerte, en el momento mismo de exhalar el último suspiro, contemplaremos como únicos espectadores, pero bajo la mirada de Dios, la película de toda nuestra existencia terrena: he ahí el juicio particular. 

Esa misma película se proyectará públicamente algún día ante la humanidad entera: he allí el juicio final.


8. Juicio particular

Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de una purificación, bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo, bien para condenarse inmediatamente para siempre. 

(Catecismo, 1022).


En la Sagrada Escritura aparece clara la idea de un juicio que afrontará la persona inmediatamente después de su muerte:

El hombre muere una sola vez y luego viene para él el juicio

(Hb 9,27). 


Inmediatamente después de la muerte, el alma se presentará ante Dios, cara a cara, entonces  se abrirán los dos libros: el Evangelio, donde la persona contemplará lo que debió haber hecho durante su vida, y el libro de su vida, donde contemplará lo que en realidad hizo; ambos libros serán comparados. 

Será un juicio basado en la fe (cf. Jn 3,16) y en el amor.

No será Dios quien juzgue a la criatura, pues no vino a condenar sino  a salvar, será la propia conciencia la que la salvará o condenará eternamente, pues esta fue una decisión personal que estuvo respaldada por toda una vida 

(cf. Catecismo, 679).


9. Juicio universal

La resurrección de todos los muertos, de los justos y de los pecadores.

(Hch 24, 15), 

precederá al Juicio final.


Esta será la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz [...] y los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación

(Jn 5, 28-29). 


Entonces, Cristo vendrá en su gloria acompañado de todos sus ángeles [...] Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a su izquierda [...] E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna.

(Mt 25, 31.32.46)

(Catecismo 1038).


10. El Juicio Final tendrá varias características importantes:

* Sucederá en la segunda venida gloriosa de Cristo; al respecto, nadie sabe ni el día ni la hora.

* Se dará allí la resurrección de la carne: los santos recobrarán un cuerpo bendito y los condenados un cuerpo maldito.

Estará presente allí, toda la humanidad, desde Adán y Eva hasta el último hombre creado.

Ante todos ellos se proyectará la película de nuestra vida. 

Así los condenados sabrán que se condenaron por soberbia, por no haber hecho un simple acto de arrepentimiento, sabrán que muchos de los bienaventurados pudieron haber cometido pecados peores que los suyos, pero con la diferencia de haber acogido la misericordia de Dios.

Dice San Bernardo que será el día de la vergüenza universal, pues quedarán al descubierto las conciencias y los corazones de todos los hombres, y serán contemplados por toda la humanidad. 

Si sentíamos vergüenza para ir a  confesar nuestros pecados ante un sacerdote en la confesión, qué diremos de ese día en el que ya no sólo un hombre sino toda la humanidad conocerá nuestras miserias.

Desde la profundidad del corazón surge la pregunta que el joven rico dirige a Jesús de Nazaret: una pregunta esencial e ineludible para la vida de todo hombre, pues se refiere al bien moral que hay que practicar y a la vida eterna. El interlocutor de Jesús intuye que hay una conexión entre el bien moral y el pleno cumplimiento del propio destino; es decir, para heredar la vida eterna es necesario cumplir los mandamientos.


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