La Santa Misa es el centro de la vida de la Iglesia y de todo cristiano; es la fuente de la que se nutren y la cima hacia la que caminan.
Sin la celebración eucarística no habría Iglesia; y sin la participación plena en ella, la vida de todo cristiano languidece, se apaga y muere.
En cada Eucaristía actualizamos el misterio Pascual: se hace actual la entrega total de Cristo hasta la muerte por amor hacia la humanidad para unir a Dios con los hombres y a los hombres entre sí.
El Señor Jesús mismo nos invita a su mesa, nos sirve y, sobre todo, nos ofrece su amor:
Él se nos ofrece y se nos da a sí mismo en comida para unirse con nosotros.
La comunión del Cuerpo de Cristo nos une con el Señor y, a la vez, crea comunión entre todos los que comulgamos su Cuerpo, de modo que formamos su Cuerpo, la Iglesia.
La Eucaristía crea y recrea la comunión eclesial, de los cristianos, la nueva fraternidad que no admite distinción de personas ni conoce fronteras.
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