La Liturgia de la Palabra es la proclamación la Palabra de Dios, que en los Domingos y solemnidades consta de dos lecturas, un salmo responsorial y el Evangelio.
El lector debe lograr que todos los feligreses puedan escuchar qué quieres decirles Dios a cada uno de los presentes a través de la Escritura.
Es importante leer y proclamar bien las lecturas:
1.- Antes de empezar la lectura, coloquemos el micrófono a una cuarta (más o menos) de la boca.
2.- Leamos la lectura previamente.
Mejor dos veces, una primera para saber que dice el texto; y una segunda para fijarse en las palabras o nombres que nos puedan resultar difíciles.
Y mucho mejor leerla en voz alta.
3.- Es decisivo comenzar nuestra lectura de forma pausada, nunca con precipitación.
Así los fieles podrán seguir y enterarse de lo que se lee.
4.- Para que se nos oiga y entienda bien, son importantes dos cosas:
4.1. Llenarnos de aire
4.2. Abrir bien la boca para que podamos proyectar nuestra voz adecuadamente.
5.- En la lectura prestamos nuestra voz a la Palabra de Dios y servimos a nuestra comunidad.
6.- Si nos equivocamos nos detenemos un instante y la volvemos a decir con calma.
No hace falta pedir perdón.
7.- Los silencios en nuestra lectura son esenciales.
Las pausas hacen que brillen especialmente las palabras. Aprovecharemos para respirar, y casi seguro que nos haremos escuchar.
8.- Al terminar la lectura, esperar unos segundos y luego, mirando a los asistentes y pausadamente decir:
PALABRA DE DIOS. Esperas la respuesta y te vas.
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