1. No imagines que existe un lugar en la tierra donde podamos escapar de la lucha contra el demonio; si tenemos la gracia de Dios, que nunca nos es negada, podemos siempre triunfar.
2. Como el buen soldado, que no tiene miedo del combate, así mismo el buen cristiano no debe tener miedo de la tentación. Todos los soldados son buenos en el campamento, pero es en el campo de batalla que se ve la diferencia entre valientes y cobardes.
3. El demonio tienta solamente las almas que quieren salir del pecado y aquellas que están en estado de gracia. Las otras ya le pertenecen, no precisa tentarlas.
4. Una santa se quejó a Jesús después de la tentación, preguntándole: «¿dónde estabas, mi Jesús adorable, durante esta horrible tempestad?» A lo que Él le respondió: «Yo estaba en medio de su corazón, encantado en verla luchar».
5. Un cristiano debe siempre estar listo para el combate. Como en tiempo de guerra, tiene siempre centinelas aquí y allí para ver si el enemigo se aproxima. De la misma manera, debemos estar atentos para ver si el enemigo no está preparándonos trampas y, si él viene a tomarnos de sorpresa…
6. Tres cosas son absolutamente necesarias contra la tentación: la oración, para aclararnos; los sacramentos, para fortalecernos; y la vigilancia para preservarnos.
7. Con nuestros instintos la lucha es raramente de igual a igual: o nuestros instintos nos gobiernan o nosotros gobernamos nuestros instintos. ¡Qué triste es dejarse llevar por los instintos! Un cristiano es un noble; él debe, como un gran señor, mandar en sus vasallos.
8. Nuestro ángel de la guarda está siempre a nuestro lado, con la pluma en la mano, para escribir nuestras victorias. Precisamos decir todas las mañanas: «Vamos, mi alma, trabajemos para ganar el Cielo».
9. El demonio deja bien tranquilo a los malos cristianos; nadie se preocupa con ellos, mas contra aquellos que hacen el bien él suscita mil calumnias, mil ofensas.
10. La señal de la cruz es temida por el demonio porque es por la Cruz que escapamos de él. Es preciso hacer la señal de la cruz con mucho respeto. Comenzamos por la cabeza: es el principal, la creación, el Padre; después el corazón: el amor, la vida, la redención, el Hijo; por último, los hombros: la fuerza, el Espíritu Santo. Todo nos recuerda la cruz. Nosotros mismos estamos hechos en forma de cruz.
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